miércoles, 23 de octubre de 2013

El lector y el autor ideal de "Tlön, Uqbar, Orbis Tertius"

Como vimos en la entrada anterior, los conceptos de lector y autor modelo mencionados por Eco, forman parte de un proceso de análisis sobre la significación de un texto. Ahora, se tratará de llevar esa teoría a un ejercicio práctico.

Tlön, Uqbar, Orbis Tertius es uno de los relatos destacados del libro Ficciones (1944) escrito por Jorge Luis Borges. El estilo bien conocido de Borges nos deja en claro la dificultad que implica descubrir su lector ideal. Y nuestra triste confesión habrá de ser que todos anhelamos serlo. De cualquier manera, con todas nuestras imposibilidades, descifraremos algún patrón. Por otra parte (no menos complicada), delimitar nuestro autor ideal (nos dirigiremos con base al hecho de que el autor ideal es concebido por el lector) también tomará una carga muy importante dentro del texto y los enigmas que podamos desenvolver.

En el cuento, la historia transcurre en muchos tiempos diferentes. Hay saltos del presente al pasado muy constantes. Los recuerdos, las menciones y las citas nos remontan también a diversos sitios, y considerando la naturaleza de dicha historia (Uqbar puede o no ser un lugar posible) las cosas se diversifican aún más.
La complejidad de Borges, bien conocida (he de insistir), nos deja en claro desde su prestigio como escritor que la lectura ideal para este cuento deberá ser una construcción de lecturas y referencias amplias. Y nos exige procesos mentales más allá de nuestras costumbres.
Tlön, Uqbar, Orbis Tertius es una historia que en primeras cuentas nos reclama algunas ideas básicas de la realidad. Hay que saber cómo funciona un espejo y una enciclopedia. Luego nos pide un poco más al reconocer algunas personalidades del círculo intelectual, como Bioy Casares. Más tarde, exige una compresión más elaborada de las situaciones que nos permita vislumbrar los hechos como van aconteciendo (aquí se retoma la idea de la complejidad temporal y espacial).

El lector ideal de este cuento ha de estar dispuesto a vislumbrar un panorama más amplio de la realidad. Un modelo de buen lector borgiano deberá reconstruir los espacios geográficos, aislar los hechos y reconstruirlos (más que como un rompecabezas, como una construcción de bloques, pues la imaginación multidimensional exige eso y más) en un rango de temporalidad extenso y bien complejo. Además de aceptar y recrear las partes testimoniales de la historia. Todo este proceso nos exige en resumen un nivel muy alto de referencias y lecturas, y en general, de conocimientos globales. También una capacidad creadora sin precedentes. Y un buen ritmo de lectura que permita respirar y acompasarnos con sus párrafos laberínticos.

Ahora, que toca la parte del autor modelo, y ya que no podemos evadir nuestro conocimiento previo sobre Borges, trataremos de construir su molde a partir del cuento y conseguir que sea este mismo el máximo delimitante, pues a pesar de encontrar pistas importantes para esta construcción en aspectos externos a la historia y de índole más íntima para con el autor empírico, no debemos permitir que en este juicio dominen esos aspectos. Deben ser las pistas impresas en la narración las que nos conduzcan hacia el modelo del autor ideal.

Nuestro Borges modelo es un autor que lee pasionalmente todo lo que pueda ser leído. Es un ser intelectual que traspasa las fronteras de lo imaginario a tal grado de construir países, planetas y personas que fácilmente podrían existir, a tal grado que él mismo es un personaje saltarín que provoca en el cuento mayor veracidad.
Este autor ideal, es un coleccionista, viajero y compulsivo lector, con fijaciones por acontecimientos increíbles, los misterios y las investigaciones. Es una persona incrédula e ingenua a la vez, aunque tal vez sea mejor genuino. También es manipulador y un genio. Domina a la perfección los espacios reales y también los virtuales. Sabe crear puntos de intersección, como pequeños portales giratorios que hacen perder el norte de sus lectores.

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